Posiblemente, desarrollar un personaje se lleve uno de los porcentajes más altos en el proceso creativo previo a la redacción. Como las personas reales, nacen, crecen y cambian, hasta que, finalmente, puedes mirar esos pequeños trozos de espejo donde te reflejas con tanto amor como satisfacción.
En cuanto decidí ponerme a escribir ‘Reinicio’, la protagonista principal se materializó con total claridad. Lo vi todo: su aspecto físico, su carácter, de dónde venía, a dónde llegaría. Elegí un nombre acorde a su destino en la trama y un apellido que explicara su origen. Con Casandra Expósito, aparecieron todas las madres que tendría en este mundo y en el otro. Y, por supuesto, apareció su compañero.
El protagonista principal tenía que ser un hombre a su altura. Este hombre iba a ser su amigo, su amante, el padre de sus hijas, su compañero de viaje y de lucha. Markus Balder se merecía también un buen destino bajo un nombre sonoro.
Por supuesto, hacía falta un antagonista. Es habitual encontrar en las historias relaciones entre opuestos, que parecen distintas, pero son las mismas: el bien contra el mal, el elegido contra el fin del mundo, el individuo contra el grupo. Desde la ‘Biblia’ hasta ‘El Señor de los Anillos’, existe un elegido enfrentándose al mal absoluto. Por eso, intenté crear un antagonista que fuera tan bondadoso como malvado, tan lógico como irracional; porque los seres humanos no somos una sola cosa todo el tiempo. A veces actuamos desde la bondad y acabamos estropeándolo todo. A veces actuamos sin sentido y acaba siendo lo mejor que nos ha pasado en la vida. Nicholas Parker no es bueno, no es malo: tan solo manifiesta las incongruencias de nuestra naturaleza variable.
En cada uno de estos seres humanos ficticios hay algo mío. Lo oscuro y lo brillante, lo inteligente y lo absurdo, lo amable y lo antipático. Está repartido de manera desigual: que cada uno tiene un poco de todo, pero no en la misma cantidad. No son yo, pero me reflejan a mí. Diría que a los tres los quiero igual, pero Nicholas es el que más sufre y por eso le tengo dos tipos de afecto.
Los demás personajes me los trajo la propia narración. Vinieron por su cuenta y tomaron propiedad de su parte en la historia, aportando lo necesario para acompañar a los tres principales. Por eso considero que no tengo tres protagonistas, sino unas decenas, pues hay protagonistas principales, protagonistas secundarios e, incluso, terciarios (si no se dice así, me lo invento). Son todos importantes y, sin ellos, la historia no tendría sentido. Para inventar sus nombres dediqué mucho tiempo a la etimología, pues cada nombre explica su origen y su destino; y a la diversidad, pues me interesaba mucho mostrar cómo es el mundo en realidad, no cómo nos lo quieren enseñar en las películas.
Para cada uno de mis personajes, busqué una representación en la Tierra, una persona conocida que me sirviera de referencia para no equivocarme al describirl@s. Llega un momento, cuando manejas muchos personajes (y en una serie de cinco libros, como ‘Rursus Humanitas’, son muchos), que puedes no recordar quién tenía el cabello rubio, negro o anaranjado; quién tenía pecas o lunares (no, no son lo mismo); quién es alt@, baj@, cuadrad@, redond@ o triangular…. Creé para solucionarlo una «biblia» con sus físicos, sus personalidades, sus ocupaciones, sus tics, su cualquier-otra-cosa-que-sea-relevante, y su referencia de la vida real. Me sorprendo cada vez que acudo a documento, pues tiendo a olvidar cuánto trabajo hay ahí.
Los personajes son el todo de una narración. Hablaré de los personajes de ‘Reinicio’ más adelante, pues sin ellos, ¿qué historia contaría?
Genial tu escrito. Yo a veces me meto en mis personajes, casi siempre dejo mi huella personal en ellos, pero siempre entre líneas, no me gusta desnudarme del todo jaja.
Saludos.
Me gustaMe gusta
Gracias por el comentario, María Rosa. ¡Te entiendo perfectamente! Además, tampoco sería mucho crear si nos limitáramos a convertir en un personaje, ¿no?
Me gustaMe gusta