¿Alguna vez te has cuestionado tu calidad como autora?
Lo escribo así, en femenino, pues esta pregunta nace de conversaciones con otras escritoras, todas autopublicadas, a las que podido conocer gracias a mi cuenta de Instagram. (Estoy segura de que cualquier hombre que se dedique a la escritura se habrá hecho o se hará esta pregunta en algún momento de su vida creativa. Espero que a ellos también sirva esta reflexión mía, aunque la mayoría de los adjetivos acaben con la letra a).
Me gustaría meditar un poco sobre nuestro día a día y cómo afrontamos la tarea de escribir. A este respecto, la pregunta con la que arranca este entrada es muy significativa, pues oculta cosas (emociones, sentimientos) que no nos gusta contar en público. En público (en redes sociales), mostramos el avance de nuestro manuscrito, cómo nos documentamos para crear, un pedazo de nuestra narrativa.
Es en lo privado donde guardamos el miedo a ser unas impostoras.
Quizá sea este, la impostura, el miedo más intenso de quienes hacemos arte. ¿He dicho «arte»? Sí, ARTE: el Arte de la Literatura, esa que nace de la inspiración de Calíope.
Creo que, para las autoras autopublicadas, el estigma de la falta de calidad se inicia con ese concepto absurdo de que lo nuestro no es arte porque no firmamos nuestras obras bajo el paraguas de una editorial. Voy a dejar este mito de lado para comentar otras cosas, más profundas, más internas.
Hay una carga emocional importante en el miedo que siente una escritora a no ser suficientemente buena. A veces, la señal no es más que una frase suelta en una historia de IG con foto de manuscrito en proceso al fondo. Pocas palabras, elegidas y ordenadas de tal modo que intentar tapar lo que realmente están diciendo… Pero lo están diciendo.
Esa carga emocional es negativa, por supuesto. Puede que derive de una falta de formación que les hace sentirse inseguras. Puede que derive de opiniones de tercerxs muy poco empáticxs que critican la calidad de sus escritos con palabras mal seleccionadas. Puede que derive de una ansiedad infinita que nace de su propio interior y que no hay forma de acallar. Desafortunadamente, hay muchas maneras de que hacer que una persona se sienta mal respecto a su capacidad.
La tarea de escribir es, para nosotras, grata. Representa un alivio, un mundo a donde huir, un momento de felicidad cuando las frases fluyen en cascada. ¿Por qué, entonces, el resultado de este proceso tan liberador se convierte en una fuente de temores? ¿Será por su propia naturaleza, que es subjetiva? ¿Será porque mostrar nuestra obra es como abrir una puerta a nuestra intimidad, en cierto modo?
Será, es, por todo eso. Que una persona lo juzgue de forma negativa no implica que no sea válido. Que te falte formación no significa que no puedas obtenerla para mejorar. Que te de vergüenza publicar y ser juzgada como escritora no te impide dar con el modo de superar ese bloqueo.
El arte es opinable. Esta es la realidad con la hay que convivir en cuanto publicamos nuestros escritos. La validación, tan necesaria, es muy difícil de conseguir en la autopublicación, que es una guerra constante para darse a conocer.
Pero la falta de validación no nos convierte en impostoras. Tan solo nos convierte en desconocidas. Sigamos luchando para encontrar nuestro lugar.
Muy cierto todo. Yo realmente creo que el síndrome del impostor nos ataca a todos, hombres y mujeres. No sé si los que consiguen publicar con Planeta o alguna de las grandes son capaces de librarse de ello, sería interesante saberlo…
Si trabajáramos con materias más objetivamente evaluables, sería más fácil tener claro si uno vale o no vale, pero en un campo tan subjetivo como la escritura, que, además, a priori está al alcance de cualquiera que sepa redactar bien, veo difícil curarse de este síndrome. Seguramente, en un futuro muy lejano, con ventas suficientes a las espaldas, se podría superar. Pero en el comienzo, no.
El otro día decía algo así Carmen Posadas: que en sus inicios le daba mucho pudor decir que era escritora, incluso habiendo tenido ya cierto éxito.
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Hola, Nuria:
¡Gracias por comentar! ¡Qué ilusión verte por aquí!
Es complicado de gestionar esta sensación, la verdad. Para mí la clave es confiar en mi proceso creativo y no dejar que las reseñas «no tan perfectas» me afecten en nada. No las he tenido malas, pero puede haber comentarios que descoloquen y eso también afecta.
Supongo que son gajes del oficio, al fin y al y al cabo es arte es subjetivo.
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